Nuestra más sincera felicitación a nuestro hermano Paolo Martinell, obispo auxiliar de Mila´n. Paolo es un hermano lleno de espíritu franciscano, un buen teólogo, acogedor, accesible, y un buen colaborador de nuestro Secretariado de Formación. Paolo te aseguramos nuestra oración para tu nueva misión en la diócesis de Milán.
viernes, 27 de junio de 2014
Gesù & Francesco ci chiamano a fare amicizia con i rifugiati/profughi!
Gesù
& Francesco ci chiamano a fare amicizia con i rifugiati/profughi!
Secondo i rapporti
delle Nazioni Unite nel anno 2013 erano
51 milioni di rifugiati in tutto il mondo che hanno lasciato le loro case a
causa di varie esperienze dolorose e della guerra.
Si presentano qui di seguito le riflessioni di Papa
Francesco per il 20 giugno, Giornata Mondiale del Rifugiato, ricorrenza annuale
che la comunità internazionale dedica a chi è costretto a lasciare la propria
terra per fuggire da conflitti e persecuzioni.
Il numero di questi fratelli rifugiati sta crescendo e, in
questi ultimi giorni, altre migliaia di persone sono state indotte a lasciare
le loro case per salvarsi. Milioni di famiglie, milioni, rifugiate di tanti
Paesi e di ogni fede religiosa vivono nelle loro storie drammi e ferite che
difficilmente potranno essere sanate. Facciamoci loro vicini, condividendo le
loro paure e la loro incertezza per il futuro e alleviando concretamente le
loro sofferenze. Il Signore sostenga le persone e le istituzioni che lavorano con
generosità per assicurare ai rifugiati accoglienza e dignità, e salvarsi la
vita. Con san Giuseppe e la Madonna, è dovuto andarsene in Egitto. Lui è stato
un rifugiato. Preghiamo la Madonna, che conosce i dolori dei rifugiati, che
stia vicino a questi nostri fratelli e sorelle. Preghiamo insieme la Madonna
per i fratelli e le sorelle rifugiati. Maria, madre dei rifugiati, prega per
noi.
Secondo fra. Jaime Rey, noi Frati Francescani Cappuccini
abbiamo una opportunità fraterna di essere con questi fratelli e sorelle che
hanno perso le loro case e non hanno nessuno a rivendicare i loro diritti. La
mia esperienza con i rifugiati dello Sri Lanka mi ha insegnato molto sulle loro
incertezze. La loro esperienza è estremamente traumatizzante: in un istante di
violenza questa gente ha perduto persone e strutture preziose, custodite da
secoli.
La domanda "perché?", che pongono, le loro lacrime,
la rabbia, l'incertezza, le ferite e il vuoto sono racconti della passione dei
nostri giorni. Il nostro Padre san Francesco, che ha trovato il senso della sua
vita fuori delle mura di Assisi, ci chiama anche ad essere sensibili ai
rifugiati e a stare con loro. Molti dei nostri frati cappuccini sono già
coinvolti in questo ministero ed è bene tenere le nostre porte e il cuore aperti
a questa realtà. Invitiamo i formatori di essere in contatto con la vita dei
rifugiati e ad aiutare i nostri frati
studenti a fare esperienza con loro. Qual è la vostra risposta alla chiamata di
Gesù e Francesco?
lunes, 23 de junio de 2014
HOMILÍA
DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Basílica Vaticana
Domingo 8 de junio de 2014
Domingo 8 de junio de 2014
«Se llenaron todos de Espíritu Santo» (Hch 2,
4).
Hablando a los Apóstoles en la Última Cena, Jesús dijo
que, tras marcharse de este mundo, les enviaría el don del Padre,
es decir, el Espíritu Santo (cf.Jn 15, 26). Esta promesa se realizó
con poder el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descendió sobre los
discípulos reunidos en el Cenáculo. Esa efusión, si bien extraordinaria, no fue
única y limitada a ese momento, sino que se trata de un acontecimiento que se
ha renovado y se renueva aún. Cristo glorificado a la derecha del Padre sigue
cumpliendo su promesa, enviando a la Iglesia el Espíritu vivificante, que
nos enseña y nos recuerda y nos hace
hablar.
El Espíritu Santo nos enseña: es el
Maestro interior. Nos guía por el justo camino, a través de las situaciones de
la vida. Él nos enseña el camino, el sendero. En los primeros tiempos de la Iglesia,
al cristianismo se le llamaba «el camino» (cf. Hch 9, 2), y
Jesús mismo es el camino. El Espíritu Santo nos enseña a seguirlo, a caminar
siguiendo sus huellas. Más que un maestro de doctrina, el Espíritu Santo es un
maestro de vida. Y de la vida forma parte ciertamente también el saber, el
conocer, pero dentro del horizonte más amplio y armónico de la existencia
cristiana.
El Espíritu Santo nos recuerda, nos
recuerda todo lo que dijo Jesús. Es la memoria viviente de la Iglesia. Y
mientras nos hace recordar, nos hace comprender las palabras del Señor.
Este recordar en el Espíritu y gracias al Espíritu no
se reduce a un hecho mnemónico, es un aspecto esencial de la presencia de
Cristo en nosotros y en su Iglesia. El Espíritu de verdad y de caridad nos recuerda
todo lo que dijo Cristo, nos hace entrar cada vez más plenamente en el sentido
de sus palabras. Todos nosotros tenemos esta experiencia: un momento, en
cualquier situación, hay una idea y después otra se relaciona con un pasaje de
la Escritura... Es el Espíritu que nos hace recorrer este camino: la senda de
la memoria viva de la Iglesia. Y esto requiere de nuestra parte una respuesta:
cuanto más generosa es nuestra respuesta, en mayor medida las palabras de Jesús
se hacen vida en nosotros, se convierten en actitudes, opciones, gestos,
testimonio. En esencia, el Espíritu nos recuerda el mandamiento del amor y nos
llama a vivirlo.
Un cristiano sin memoria no es un verdadero cristiano:
es un cristiano a mitad de camino, es un hombre o una mujer prisionero del
momento, que no sabe tomar en consideración su historia, no sabe leerla y
vivirla como historia de salvación. En cambio, con la ayuda del Espíritu Santo,
podemos interpretar las inspiraciones interiores y los acontecimientos de la
vida a la luz de las palabras de Jesús. Y así crece en nosotros la sabiduría de
la memoria, la sabiduría del corazón, que es un don del Espíritu. Que el
Espíritu Santo reavive en todos nosotros la memoria cristiana. Y ese día, con
los Apóstoles, estaba la Mujer de la memoria, la que desde el inicio meditaba
todas esas cosas en su corazón. Estaba María, nuestra Madre. Que Ella nos ayude
en este camino de la memoria.
El Espíritu Santo nos enseña, nos recuerda, y —otro
rasgo— nos hace hablar, con Dios y con los hombres. No hay
cristianos mudos, mudos en el alma; no, no hay sitio para esto.
Nos hace hablar con Dios en la oración. La
oración es un don que recibimos gratuitamente; es diálogo con Él en el Espíritu
Santo, que ora en nosotros y nos permite dirigirnos a Dios llamándolo Padre,
Papá, Abbà (cf. Rm 8, 15; Gal 4,
6); y esto no es sólo un «modo de decir», sino que es la realidad, nosotros
somos realmente hijos de Dios. «Cuantos se dejan llevar por el
Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios» (Rm 8, 14).
Nos hace hablar en el acto de fe. Ninguno de nosotros
puede decir: «Jesús es el Señor» —lo hemos escuchado hoy— sin el Espíritu
Santo. Y el Espíritu nos hace hablar con los hombres en el diálogo
fraterno. Nos ayuda a hablar con los demás reconociendo en ellos a hermanos
y hermanas; a hablar con amistad, con ternura, con mansedumbre, comprendiendo
las angustias y las esperanzas, las tristezas y las alegrías de los demás.
Pero hay algo más: el Espíritu Santo nos hace hablar
también a los hombres en laprofecía, es decir, haciéndonos «canales»
humildes y dóciles de la Palabra de Dios. La profecía se realiza con franqueza,
para mostrar abiertamente las contradicciones y las injusticias, pero siempre
con mansedumbre e intención de construir. Llenos del Espíritu de amor, podemos
ser signos e instrumentos de Dios que ama, sirve y dona la vida.
Recapitulando: el Espíritu Santo nos enseña el camino;
nos recuerda y nos explica las palabras de Jesús; nos hace orar y decir Padre a
Dios, nos hace hablar a los hombres en el diálogo fraterno y nos hace hablar en
la profecía.
El día de Pentecostés, cuando los discípulos «se
llenaron de Espíritu Santo», fue el bautismo de la Iglesia, que nace «en
salida», en «partida» para anunciar a todos la Buena Noticia. La Madre Iglesia,
que sale para servir. Recordemos a la otra Madre, a nuestra Madre que salió con
prontitud, para servir. La Madre Iglesia y la Madre María: las dos vírgenes,
las dos madres, las dos mujeres. Jesús había sido perentorio con los Apóstoles:
no tenían que alejarse de Jerusalén antes de recibir de lo alto la fuerza del
Espíritu Santo (cf. Hch 1, 4.8). Sin Él no hay misión, no hay
evangelización. Por ello, con toda la Iglesia, con nuestra Madre Iglesia
católica invocamos: ¡Ven, Espíritu Santo!
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